Despiezando Paisanaje. La novela por dentro.

Paisanaje es una novela, cuyo relato se va sustentar sobre cuatro patas. Cuatro líneas argumentales que van a ser despiezadas en esta entrada.

LA PRIMERA de ellas tiene mucho que ver con la despoblación rural. Un fenómeno fruto de una serie de cambios en el estilo de vida y modelo económico que se han ido produciendo en las últimas dos o tres décadas y que para cuando se le vio venir, era ya muy tarde.
Tarde, no porque no exista solución, que la hay, tarde porque el sistema no va a dar marcha atrás.
Sin ahondar demasiado en culpas y remedios milagrosos esta es una cuestión que estaba deseando abordar en una novela.
No escribo solo por dar vida a una historia, por contarla y que se lea y que se… Que me gusta que en mis libros siempre subyazcan de fondo cuestiones que alimenten el debate, especialmente si como autor, me generan controversia.
Lo he hecho siempre con temas muy distintos pero que a su manera los considero de calado. Bien es verdad que tanto en mi anterior novela, Dolor , como en esta última la temática es más política, social y en cierta medida y sin pretenderlo, una va a ser consecuencia de la otra.
Muchos pueblos se nos vacían, especialmente en las zonas menos desarrolladas económicamente del estado. Simplemente viajando en automóvil, basta con salirse de las autovías para al circular por carreteras nacionales o comarcales, cruzar por auténticos pueblos fantasma. Veréis bares y restaurantes a pie de carretera cerrados a cal y canto. Algunas construcciones de las que es difícil adivinar que uso tuvieron en el pasado, devoradas por pintadas y por el saqueo de lo mínimamente reutilizable. Pequeñas explotaciones industriales relacionadas con el campo y ¡como no! las gasolineras abandonadas.


El mayor exponente de que un estilo de vida se ha ido al cuerno. Decenas y decenas de estaciones de servicio abandonadas, simulando ser escenarios de alguna que otra película distópica. Muestra inequívoca del éxodo rural.
La desconexión digital, lo complicado aún a día de hoy para conectarse a la red en algunos lugares olvidados, hacer uso de la telefonía móvil, incluso ver la televisión resulta un problema. Suena tan raro hoy, que puede parecer exagerado, pero ya os aseguro en base a mi experiencia, que no lo es.
Pues estos ingredientes y condicionantes, las circunstancias de los personajes que aún resisten viviendo en los pueblos, al menos en los de mi novela, van a marcar el ritmo y en algunos casos, el destino de sus vidas.
Resignados algunos a aceptar tal exclusión de los avances que los tiempos traen consigo, porque como ellos mismos dicen que son tan pocos… ¿para qué les van a hacer caso?
Pero no todos pasan por el aro, desde luego que no.
Últimamente hay bastante literatura que aborda el tema pero en mi opinión con muy desigual fortuna. Veremos en qué lugar queda esta novela.

 

LA SEGUNDA de las patas,  camina por la senda de los relatos novelescos o periodísticos, de lo que llaman «Crónica negra, o España negra» en relación a truculentos crímenes, asociados en ocasiones al mundo rural.
Historias que ya desde el siglo XIX, captaban la atención de los lectores en la prensa. Asesinatos convertidos en leyendas y ante los cuales, vecinos, implicados o no en los sucesos, se conjuraban a mantenerlos en silencio. Fuese por miedo o por pura conveniencia, aquellos episodios tremendistas, condicionaban un carácter colectivo. Una especie de país atrasado, detestable para el resto de sus compatriotas, pero cargado de misterio que empujaba a seguir las investigaciones y resoluciones de los casos, como si formasen parte de un retorcido folklore popular.

«El beso de la reliquia» de Joaquín Sorolla. Museo de bellas artes de Bilbao.

Mucho de ello hay en el arte también, y llaman mucho la atención las pinturas que de Goya a Solana, mostraron a lo largo del siglo XIX, una crónica negra enfocada en lo social (no solo en lo criminal) y en los estereotipos de un país en decadencia. Alguna referencia (por cuestiones que ahora no vienen al caso) aparecen en el relato novelesco, a dos cuadros muy concretos que se exponen en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Las obras son Viernes Santo en Castilla, de Darío de Regoyos, y El beso de la reliquia, un óleo de Joaquín Sorolla que tiene fuerza y aunque la interpretación del arte es puramente subjetiva, viene que «ni pintado» para la ocasión.
Por lo demás, una desaparición misteriosa, un crimen, el silencio local en torno a todo ello…

 

LA TERCERA cuestión, de estas cuatro que me ha dado por remarcar, es la Memoria.
Memoria histórica, quiero decir sí. La que aún sin demasiado éxito ni la comprensión de una parte de la sociedad, persigue construir un relato honesto, de los efectos pasados y actuales de aquella Guerra interminable que decía Almudena Grandes.
Después de publicar Dolor, en 2021, me quedó abundante material que no podía emplear en el relato, pero que ya preveía que lo utilizaría a futuro. Fruto de la investigación y especialmente, del conocimiento que me aportaron personas relacionadas con la labor de identificación, recuperación de fosas comunes y enterramientos furtivos, de los represaliados por el bando vencedor de la guerra, durante y después de esta, conformé una trama que sostiene el sentido más emotivo de la narración.
La obra del escritor Pako González y la divulgación de numerosos episodios relacionados con estos asuntos a cargo de la doctora en historia Ana Cristina Rodríguez Guerra me han servido de mucha ayuda y en algunos momentos de fuente de inspiración.

Y es que en el texto debían aparecer las trabas institucionales que se encuentran para trabajar estos equipos, en función de en qué parte del estado vayan a investigar y posteriormente excavar.
Siempre a expensas de la conveniencia y colaboración, o no, del mando político local, autonómico… Incluso a veces, la incomprensión vecinal, haciendo frente al apoyo ejercido por otros vecinos.
Un gran número de casos documentados, que aunque obviamente no aparezcan tal y como sucedieron, sí que inspiran los sucesos descritos en la novela, que a la postre girarán sobre la existencia o no, de una fosa común en un pequeño pueblo castellano. También sobre la controversia que surge ante una posible investigación de la misma.
Quizá no se trata solo de no encarar, o sí, el relato histórico en función de afinidades o fobias políticas.
Quizá dejar al descubierto los más oscuros secretos de un pueblo pequeño, podría tener efectos imprevisibles.
No oculto, desde luego, que mi posición personal (como autor me desdoblo para dar argumentos a todas las partes y me encanta) al respecto de este asunto de la Memoria, es de total empatía y solidaridad para con todos aquellos que a día de hoy, aún porfían con diferentes estancias del estado para recuperar los restos de parientes a los que no solo les robaron la vida y su futuro. Lo hicieron también con su propia dignidad, al negarles su propia identidad en la muerte.
La estrategia de negación y de pasividad de los sectores políticos mas conservadores, está logrando su objetivo. Y este no es otro que los parientes más directos con los represaliados vayan envejeciendo sin conseguir encontrar a sus seres queridos y claro, que por propia ley de vida vayan desapareciendo. Ante semejante plan, solo cabe hacerle frente, porque es lógico pensar que pasadas ya dos, tres o cuatro generaciones, ese interés vaya disminuyendo, de tal manera, que quienes ponen todos esos palos en la rueda, puedan seguir alimentando el relato mezquino de que «aquí no pasó más que una bronca entre los abuelos. O los bisabuelos,. O que todos eran iguales…»
Hay miles de fosas en todo el estado, unas identificadas, otras no, que aglutinan los restos de mas de ciento veinte mil personas desaparecidas, asesinadas. No puedo entender que a día de hoy, aun existan personas que se molesten por el esclarecimiento de aquellos hechos luctuosos.

 

LA CUARTA de las patas es menos reconocible como tal, aunque está presente como intención en cada página de la novela, entendiendo como autor que esta era la obra apropiada para aglutinar en un pequeño escenario, cuestiones de calado, creando un microcosmos como reflejo de un país que no se gusta a sí mismo. Un crisol donde fundir los elementos descritos en este texto.

Igual por ello, ha quedado un relato que en ocasiones muestra un claro trasfondo político y social. También cultural, donde prejuicios compartidos multitudinariamente, odios que solo tienen sentido desde una militancia de masa, que no profundice demasiado en sus motivos para justificarse, imprimen carácter e incluso una manera de ser de manera colectiva.
Ambientar casi la mayor parte de la novela en 2017, a la par que el proceso independentista catalán, no es casual. No huir de la realidad política y social, mostrar «eso» en un entorno aparentemente al margen de esas circunstancias, como sería el pueblo de la novela, ha sido muy útil para a mi juicio, traer a la acción del relato una pequeña muestra del Esperpento al que recurría Valle Inclán, pero con las particularidades que la diferencia temporal le confiere.

Por pura subjetividad, ¡qué si no! «La romería de San Isidro», de Francisco de Goya, como muchas otras «pinturas negras» del artista, le viene al pelo a esta parte del texto.

Cuando los pobladores de un mismo espacio político, se reconocen entre algunos de ellos como adversarios más allá de lo ideológico, recurriendo a la negación de diversidades culturales diferenciadas, en base a una visión única e inalterable de lo que a su juicio debe ser la realidad de ese estado, ese país, o esa nación (elíjase el término que más guste) desde luego que tiene un problema que resolver.
Y eso genera disputa, y la disputa es parte de la vida. Ingrediente adecuado para enrarecer las relaciones de los personajes de una novela.
Es posible que algunas personas se vean retratadas. Que la deformación satírica que persigue el esperpento, les incomode o quizá todo lo contrario.
Puede, o no, que eso sea premeditado, no lo tengo muy claro, pero aunque personajes y situaciones, así como algunas localizaciones son ficticias, el previsible parecido con realidad, igual no es mera coincidencia. Será sencillo descubrir los vínculos.
Lo que desde luego ha sido claramente pretendido, es no dar forma bajo ninguna circunstancia a un relato equidistante.
¿Y saben? Me he quedado bien a gusto.