A la sombra del manzano

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El manzano del portal de casa es un viejito. A sus más de ochenta años ha perdido gran parte de sus ramas. Algunas eran gruesas como el torso de hombre, como el tronco de su base. Por ellas hemos trepado y a cobijo de su sombra y también la de su pareja, otro manzano, hemos comido, cenado, hemos rodeado la enorme mesa que en periodos de vacaciones se montaba entre ambos.

La verdad es que unas cuatro generaciones de la familia han recibido el cuidado de su sombra. Incluso su par gemelo, el manzano que murió el año pasado, sostuvo un columpio en el que primos, mis hermanas y yo, nos balanceábamos al ritmo que la rama nos indicaba y que parecía amenazar conque se iba a partir.
Pero eso no pasaba, es más, creo que debíamos ser su diversión cuando dejaba caer alguna manzana al pasar bajo su copa.
Ochenta años, o más, son muchos años para un frutal. Yo creo que no pueden alcanzar las existencias de un roble o un haya,, porque estos, los manzanos por ejemplo, gastan una energía vital que otros árboles no emplean.
Energía en crear fruta de una flor, energía que nos regalan en forma de manzanas. Por eso viven menos, y sus vidas, son similares a las nuestras. No le deis demasiadas vueltas a esto, es cosa mía.

Pero así todo, el manzano este año se está preparando para lucir como debe. Ya han brotado las hojas por las pocas ramas que le quedan, e incluso ha echado flores. Si esquiva las heladas, este otoño habrá manzanas.
No es eso lo más importante, lo que quisiera es seguir viéndole lucir su mermada copa. Se le ve con ganas, a pesar de tantas hormigas que han creado su colonia por entre su ahuecada corteza, a pesar de que el año pasado, así de improviso, se viniese casi la mitad de su copa al suelo.


Ha pasado el invierno y no se ha rendido, como le ocurrió a su compañero.
Aquel se derrumbó y este, ya ha comenzado con su particular ceremonia del adiós. Primero cae una rama seca, luego otra que se viene al suelo… Luego otras más.
No hay prisa en reemplazarlos, que sucederá, pero no ahora. Aun seguiremos juntos algún tiempo, alimentando nuestros recuerdos, prolongando hasta bien entrada la noche, la madrugada, tertulias y veladas estivales a cobijo de un viejo y tullido manzano.