Agosto literario

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Dejé atrás las presentaciones en ciudades o poblaciones, más o menos grandes, y agosto lo dediqué a llevar «Dolor», por unos cuántos pueblos de León, que en mayor o menos medida, presentaban alguna relación directa con el relato.

Boñar, Cármenes, La Vecilla, La Mata de Curueño, La Cándana… son lugares que pueden resultar desconocidos para la mayoría, obviamente, pero para mí cómo autor, resultaba casi una necesidad personal realizar presentaciones en esos lugares, testar las impresiones del público lector, cuándo un tipo de lejos, les cuenta una historia ambientada en su entorno y además, bucea en la historia creando a veces cierta controversia.

Una parte importante de los sucesos de la novela, acaecidos durante los años de la segunda república, la posterior guerra civil, durante la represión que siguió al conflicto, despiertan sentimientos encontrados en algunos lectores. Por una parte quienes los encuentran tan lejanos que creen que es hora de olvidarlos y por otra, aquellos que piensan que aunque sea una etapa a superar, la memoria debe rendir tributo a tantas víctimas, que lo fueron en nombre de defender la libertad frente a la barbarie fascista.

Personalmente comparto este punto de vista. Así pues, estos aspectos unidos a otros de la novela, cómo la violencia en Euskadi, las localizaciones y el enfoque de los sucesos y personajes, creo debate en las presentaciones y eso siempre está bien.

El comienzo de este periplo, fue con una entrevista en televisión. El canal regional 987TV, que estaba cubriendo información sobre diferentes actos que se iban a suceder alrededor de la XL Semana Cultural de Cármenes (León) me dedicó unos cuántos minutos, para conversar sobre la novela que allí iba a presentar.

Bajo estas líneas, aparece la grabación del programa completo en el que se sucede la entrevista. Para acceder a ella de manera directa, es preciso reproducir el vídeo a partir de 1 hora 17 minutos y 24 segundos aproximadamente.

Pero ese mismo día, por la tarde, tenía la primera de estas presentaciones estivales. La cita fue el 9 de agosto en Boñar, en un local espacioso, que también funciona cómo oficina de turismo y que se quedó pequeño por la alta asistencia de público. Hubo un momento, que al no haber ya más asientos disponibles, algunas personas siguieron el acto de pie y otras, desde la calle, pues había unos amplios ventanales abiertos y en modo alguno, impedían ver y escuchar lo que adentro se cocía.

Confieso que nunca me ha pasado nada igual y bueno, muy agradecido por supuesto por el interés. En esta presentación, así cómo en la que se sucedería días después en La vecilla, estuve acompañado por la historiadora, investigadora y profesora de la Universidad de león, Ana Cristina Rodríguez Guerra.

Años atrás, la conocí tras impartir ella una charla sobre la represión franquista en León. Al terminar la abordé, presentándome y contándole que tenía en mente escribir una novela, ubicada precisamente en aquel territorio, en aquella época… Muy generosamente se prestó a ayudarme y fruto de trabajos de inevstigación que compartió conmigo Dolor es cómo es. Muchos sucesos reales, fueron novelados sí, pero el gérmen de aquello fue poder acceder a su trabajo. Así que de nuevo, volví a tener la suerte que me acompañase en las presentaciones, de que me presentase y en algunos momentos, nos hiciese a todos diversos apuntes para situar perfectamente en nuestras mentes, el entorno social y político de aquellos tiempos. El peso e importancia que tiene el conocimiento histórico de unos hechos que ha condicionado incluso, nuestro actual sistema político. Un lujo.

Al día siguiente otra presentación. Regresé a Cármenes, donde en la mañana del día anterior me habían entrevistado, para desde el casino de esta localidad acercar mi novela a un público, entregado a participar en su Semana Cultural, que por cierto, tiene un gran nombre y raigambre en león, cómo así lo atestiguan, sus ya cuarenta ediciones. El local dónde nos reunimos, el casino, es un lugar con encanto. Una de esas instalaciones que tan populares y habitúales eran en algunos pueblos, desde finales del siglo XIX.

Cuando nada más llegar al casino realicé esta fotografía, dejando a un lado la maleta que arrastraba con mis libros, me convencí de que debía permanecer así, desprovista de color. El entorno, lo que llevaba en la cabeza… pura subjetividad.

Lugares en los que se exhibían todo tipo de espectáculos, cine también, que con sus mesas y barra de bar, ofrecían a los asistentes la posibilidad de reunión, de jugar partidas de naipes… o cómo en este caso, de hacer la presentación de una novela, ambientada en gran parte, en ese entorno. Puesto que la mina de Dolor, y los pueblos que en la narración la rodean, fueron «robados» para la novela de allí mismo.

Un rincón de Cármenes, anocheciendo, de camino al casino.

Una circunstancia que por proximidad, y al ser desvelada a los lectores, causó un particular interés. conocer los escenarios de una novela, haber paseado por ellos, siempre es un plus. Me acompañó en la presentación el escritor y periodista, precisamente natural de aquella zona, Fulgencio Fernández.

Sus conocimientos sobre el entorno e historia del lugar, precisamente en paralelo a los acontecimientos descritos en la novela, aportaron mucha luz al acto. Personalmente fue muy enriquecedor, máxime al salir de allí, sabiendo mucho más de lo que sabía. Y es que además, este hombre, Fulgencio, tiene un carisma un carácter, que hace que pasar un rato con él sea visto y no visto. La particularidad de algunos datos de la novela, nos hicieron improvisar allí mismo, en la posibilidad a futuro, de realizar alguna ruta por el entorno, visitando escenarios cómo las minas que inspiraron una parte de Dolor. Ojalá el proyecto salga adelante algún día. Sigo adelante con este relato de esta mini gira literaria y aunque empiezo a darme cuenta de que queda un poco extenso, la dinámica va a ser la misma. Prefiero unirlos todos en una publicación, que hacer una por cada uno, pues desde mi punto de vista, conforman un bloque. Quizá de naturaleza subjetiva sí, pero es que cómo no soy cronista, si no escritor…

Decía entonces, que al día siguiente realicé otra presentación. Esta vez fue en La Vecilla y de nuevo me acompañó la historiadora Ana Cristina Rodríguez Guerra. El lugar para hacerlo, una maravilla, pues se trataba del torreón medieval que tienen en esta localidad.

Una construcción monumental que fue restaurada hace años y cumple las funciones de ayuntamiento, con un espacio ideal para presentaciones, sí, pero había algo más. Nos encontrábamos entre unos muros que también fueron cárcel, a lo largo de los tiempos, que durante el periodo previo a la guerra civil, durante y después, fue lugar de encierro y represión, de «sacas» para hacer desaparecer de la zona, a la resistencia republicana.

Por tanto, todos esos aspectos, unidos a algunas tramas de la novela, pues Dolor transita tanto por esos tiempos, cómo por este mismo lugar, presentaban para los dos, en el caso de ella cómo historiadora e investigadora de la represión franquista, en el mío cómo escritor, un valor añadido.

Fue muy emocionante y tuvo algunos momentos muy emotivos, cuando ante los asistentes, se evocó el recuerdo y algunos de los nombres, de aquellos que en los años treinta del siglo pasado, rindieron su vida y libertad por conseguir vivir en un estado democrático, haciendo por supuesto mención al olvido, donde entonces y aún ahora, algunos quieren sepultar su memoria.

Tras estas tres intensas citas, dejé que pasaran unos días, no en vano coincidían fechas con mi periodo vacacional, y no retomé esta actividad hasta mitad de la segunda quincena de agosto.

Una de ellas fue en un pequeño pueblo, que me acoge desde crío en vacaciones y otras fechas que consigo robarle al calendario. Digamos que lo mismo que cuándo presento en Bilbao o Basauri, jugaba en casa. me reuní con vecinos y amigos en el restaurante Las Colineras, de La Mata de Curueño y bueno, las presentaciones en locales hosteleros tienen ese plus de que la gente se encuentra más distendida. Lo mismo tomando un café, que nada, que una caña o una copa… La locuacidad de todos se desata y siempre sale todo estupendo.

Unos días más tarde, realicé ya la última en la localidad vecina de La Cándana, en unas antiguas escuelas. Son detalles que pueden pasar por alto para la generalidad de los asistentes, o quizá no, pero presentar un libro en un espacio que fue escuela de niños que ya no existen, darle esa vida por una hora y pico, tiene un poso de nostalgia, de encontrar un sentido añadido respecto al que tiene el hecho de escribir.

A todas estas presentaciones señaladas, asistieron tanto los lugareños, cómo muchos oriundos de esos lugares, que regresan en periodo estival a dar vida a esos pueblos. Presentaciones sí, en lugares pequeños pero llenos de entusiasmo, que me sirvieron para reencontrarme con el espíritu (quizá por llevar la novela a sus escenarios más significativos) que me empuja a escribir.

Muere el día en Cármenes. Al fondo, el macizo del Bodón, montaña a cuyo cobijo, surgió Dolor, un recóndito pueblo entre las páginas de un libro.