Alguna vez, me he encontrado sorpresas dentro de algunos libros, que poco tienen que ver con la literatura, pero invitan a echar a volar la imaginación. Mi biblioteca se alimenta en su mayoría de ejemplares que adquiero en librerías, de algunos que me regalan y también, de autenticas joyas, a veces descatalogadas, que encuentro en los mercadillos de libros.
En estos, además de vender material a estrenar, también hay libros que ya tuvieron dueño. Así, encuentras en ellos rastros de otros lectores. Puede ser una anotación, una dedicatoria, alguna frase subrayada que te hace elucubrar sobre qué motivó ese gesto… pero también aparecen «cosas».
De las más curiosas han sido postales, que seguramente se utilizaron cómo marcapáginas. Postales algunas con texto, con un breve mensaje saludando a alguien desde algún lugar vacacional.
El otro día apareció un billete de avión del año 2000 de Bilbao a Barcelona. Me dio por pensar que el tipo que aparecía cómo titular en la tarjeta de embarque, iría leyendo ese libro durante el vuelo y que luego, ahí quedó ese trozo de papel como testigo.
Otra vez, sin duda la más curiosa, aparecieron un par de fotos. Tenían la fecha (cosa de 25 o 30 años) y el lugar, escrito al dorso. En imagen aparecían varias personas, todas de la misma familia. A día de hoy, algunas de ellas sin duda no están vivas, otras tendrán aspectos muy distintos, pero esas dos fotos olvidadas dentro de un libro, que por el motivo que fuese, fue a parar de nuevo a un mostrador para su venta, son prueba irrefutable de que existió vida en la Tierra. Ahí lo dejo.
Anoche, al encarar una nueva lectura, se descolgaron de sus páginas un par de sellos finlandeses. Algo raro, inusual y empecé a darle vueltas a estas cosas. Luego les hice una foto, después me puse a contarlo. Todas esas notas, postales y también ahora estos sellos, vuelven, volverán, al interior de sus libros. Ahí permanecen y ya no sería capaz de recordar en cuáles aguardan a ser descubiertos de nuevo.
