Olor a lluvia

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Por las noches cuando mi hermano era niño, después de lavarse los dientes, justo antes de irse a la cama, muchas veces se quedaba unos instantes ausente. Se miraba la cara en el espejo del baño e imaginaba su rostro de viejo.

No podía ni entendía en que manera esa cara, su cuerpo, cambiaría e iría convirtiéndose en un organismo antiguo.

Aún le ocurre y corrobora que el proceso destructivo en algún momento de su vida debió ponerse en marcha y no se dio cuenta.

Será que durante muchos años dejó de reparar en ello al mirase en el espejo.

A veces me pregunto si me recuerda, nunca habla de mi, nunca me llama cuando está a solas y le veo tumbado sobre su cama, sin descalzarse las botas, con lo mucho que eso disgustaba a nuestra madre, perdiendo su mirada en el techo.

Yo creo que piensa en mi, pero nunca logré adentrarme en su mente. Lo he logrado con otros, bueno solo con mi madre y con mi padre, me he metido en sus cabezas y les he hecho compañía en sus sueños.

Cuando eso ocurría estábamos los tres felices, vivíamos cualquier momento cotidiano o cualquier otro que nunca llegamos a experimentar. Cuando despertaban se les veía desorientados, cabizbajos y tristes, muy tristes.

A mi no me pasa y no se porqué no me importa. Realmente nunca he dejado de estar a su lado, pero ellos no lo saben.

Han sido muy infelices desde mi muerte, y ahora que tantos años han pasado, que ellos han envejecido y muerto también, no consigo verles.

Será importante quizás el extraño dato de que nunca he visto a otro como yo, a otro muerto quiero decir. Tampoco a ellos desde que dejaron de vivir.

Busqué cercana a su tumba la mía, y nunca la encontré, ahora me doy cuenta que nunca me he buscado, que no recuerdo exactamente como morí, solo que era pequeño y que jugaba a echar carreras con la bicicleta a mi hermano gemelo.

Mi hermano ya es viejo, así que de haber vivido yo también lo sería. He oído que va a tener un nieto, !es curioso! aunque a veces le oigo hablar con ellos, nunca he visto ni entendido lo que dicen su mujer, sus hijos… debe de de tener dos, ¿o quizás sean tres?

Hoy hice algo valiente. Le he acompañado a casa de mis padres. Desde que murieron, y ya han pasado muchos años, no he vuelto a entrar aquí. El viene regularmente y no sé lo que hace la verdad, pero viene muchos días, muchos.

Yo como le acompaño siempre,aunque vengo con el me quedo abajo, me siento en el escalón del portal y espero. A veces miró la esquina que doblé cuando estaba a punto de ganarle la carrera que le echaba en bici y !si! Ahora me acuerdo, la bicicleta derrapó y allí dejé incrustada mi cabeza, contra la esquina de la pared.

Allí acabó mi historia de niño y comenzó esta de deambulante, que es lo que soy. Algo que se mece, que va y viene, una especie de viento que deambula, que solo es pensamiento y que no se reconoce un cuerpo aunque pase por delante de un espejo.

Pero decía que hoy me hinché de valor y tras acompañarle al portal de mis padres he subido con el hasta la casa.

Es una sensación muy excitante, a cada peldaño que ascendemos parece que la neblina que siempre rodea la imagen de mi hermano, que es lo único que distingo con nitidez, se va disipando. No se si será mi imaginación pero distingo claramente algunos pequeños detalles de casa, ahora que entro en ella.

Un recuerdo llega de improviso a mi cabeza, algo parecido a un regalo envuelto en papel de colores. Creo que se lo que esconde el paquete pero no se si quiero abrirlo, quizás la decepción de conocer lo que hay supere en angustia a permanecer en la incertidumbre por siempre.

Ahora mi hermano habla con una mujer y ella nerviosa le dice que hoy “está mucho mejor”, (hablan de alguien) que por eso le ha llamado pidiéndole que viniese deprisa y que incluso le ha sonreído. Se lo lleva de la mano casi en volandas hacia el salón y en la puerta le suelta la mano entrando mi hermano solo en nuestra antigua sala de estar, aunque casi todo está cambiado, hay muebles distintos, hay menos muebles diría yo pero la estancia la reconozco perfectamente.

Al fondo hay un hombre mayor sentado en una silla de ruedas, le han puesto junto al balcón. La puerta de este permanece entreabierta y se percibe una brisa agradable que trae olor a tierra mojada, afuera ha comenzado a llover y gotas de lluvia gruesas como canicas se estrellan veloces contra el suelo del patio interior, contra los tejados, revelando un olor particular que solo se despierta cuando así llueve.

Me doy cuenta que llevaba sin percibir ese y cualquier otro aroma desde que era un niño y montaba en bicicleta.

Mi hermano toma la silla de ruedas girándola hacia si, se sitúa frente al hombre y el rostro se le transforma. Se le vuelve casi de niño, !ay que gracia! Si parece que se le humedecen los ojos.

-¿Has vuelto conmigo?, -le dice al inválido. Este alza la cara y le responde.

-Siempre he estado a tu lado.

La voz ha sonado extraña, ha sonado dentro de mi. Contrariado bajo la mirada y descubro unas piernas en un chándal, unas manos huesudas que se sujetan a los apoya brazos de la silla de ruedas, y entonces giro la cabeza buscando la calle donde llueve a mares y descubro dos reflejos en los vidrios. La cara de mi hermano que está de pies, y la cara del hombre que permanece sentado, una cara idéntica a la de mi hermano, mi cara.

-Has estado mas de cincuenta años ausente…dice entre lágrimas y se arrodilla junto a mi sujetándome la mano.

En un solo segundo acabo de entender todo. Igual que una centella ha cruzado un pensamiento por mi cabeza alertándome, un impulso repentino como la electricidad que enciende una bombilla. Esto que se acaba de descubrir debe ser el paquete de regalo envuelto en papel brillante y de colores que antes he imaginado.

-Nos hemos hecho mayores, -acierto a decirle.

-Mayores si.

-Pero solo por fuera, por dentro seguimos igual, tu sigues igual.

-Que va. No soy igual.

-Cállate que no sabes lo que dices ¿no ves que no he dejado de vigilarte?

Mi hermano llora feliz, y si reparo en lo que creo que ha ocurrido quizás también yo lo haga, pero nunca me ha gustado llorar. Y así se me viene a la cabeza un pensamiento implacable al que tengo que rendirme.

-¿Echamos una carrera en bici?

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